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No es ausencia de guerra, es plenitud de humanidad.

Foto del escritor: The PlusThe Plus

Por: Abril Simonne Leyva Manzano*


Para hablar de cambios, es crucial hablar de educación y voluntad.

Los roles de género o la percepción de género se aprenden tradicionalmente en nuestros primeros años de vida con base en un constructo social, por lo que es de suma importancia y trascendencia el replantearnos las conceptualizaciones que tenemos sobre el género, la educación y cultura de paz. Una manera para deconstruirnos es proponiéndonos generar experiencias políticas, educativas, que contribuyan a consumar una identidad plural y desactive el potencial de violencia que está arraigado en toda construcción del nosotros.


Empecemos hablando de paz, generalmente entendida como ausencia de guerra o de violencia, cuando en realidad este término abarca también desarrollo económico, justicia social, igualdad y participación social. Al encontrarnos en una situación de ausencia de paz, es importante que empecemos a construir una cultura basada en ella, pero… ¿Cómo lograr esto?, bueno, la herramienta más importante es la educación, enseñemos el valor de la empatía, la capacidad de conexión (responsabilidad afectiva), la conciencia transpersonal y el paradigma de unidad con el objetivo fundamental de educar a la juventud para hacer de la vida relacional un hecho cultural importante, edificando y teniendo como base solida la justicia social y los valores. El concepto de género, es un término versátil, complejo y polisémico, que contiene un sistema de relaciones sociales, simbólicas que atribuyen o distribuyen características y expectativas a un sexo determinado. Es imperativo que decodifiquemos su significado y pongamos como eje principal que este término es vinculante, interdependiente y debe tener una visión de pluralidad, ya que la problemática de género nos involucra por igual. Es importante conocer estos conceptos porque de aquí se desprende el entendimiento a la situación que vivimos hoy, de la mujer como sujeto de violencia directa y de género, volviéndonos víctimas pasivas al meternos en una “guerra” socio-simbólica que carece de justicia, además se nos limita la participación en los procesos de toma de decisiones. Esto es evidente al revisar cifras de paridad tanto en cargos de elección popular, como en la administración pública y en las empresas .

Como contrapeso a estos enfrentamientos necesitamos aferrarnos y hacer constante veeduría para que el estado nos garantice los derechos elementales, teniendo como meta no la igualdad sino la equidad de género para acabar con la violencia estructural y cultural que hemos reproducido por mucho tiempo, para lograr esto hay que ser conscientes que es necesario el apoyo mutuo de mujeres y hombres.

Es de suma importancia recalcar que para llegar a un empoderamiento social, debemos transformar la relación entre hombres y mujeres, para encontrar soluciones desde una perspectiva de género, esto nos permitirá identificar y proponerla eliminación de la discriminación real de que son objeto las mujeres, por mujeres, y los hombres, por hombres y citando a la autora Marta Lamas, “lo más importante es comprender que una perspectiva de género impacta a mujeres y a hombres por igual, y beneficia a la sociedad, al levantar obstáculos y discriminaciones, al establecer condiciones más equitativas para la participación de la mitad de la sociedad y al relevar a los hombres de muchos supuestos de género que son también un peso y una injusticia”.


Por lo anterior es importante que desde el feminismo este proceso de empoderamiento es transformar las situaciones de desigualdad, discriminación y/u opresión y transformarlo en afianzar la auto-confianza, desarrollar la capacidad de organizarse, afirmar los derechos, asumir compromisos y materializarlos en cambios individuales con la acción colectiva. Para esto hay que romper el orden sociocultural configurado con base en la sexualidad y la distribución de tareas.


Para avanzar con este propósito, es romper con la forma de reproducción de los sistemas opresivos que ha funcionado por la “naturalización” de las desigualdades, necesitamos propiciar las relaciones intersubjetivas sustentadas en la solidaridad, el interjuego de la diversidad y la unidad en la acción.


Es necesario unirse desde casa o la tribuna pública con los hombres, para seguir tomando la palabra, alzar la voz por derecho, logrando expresar nuestros pensamientos, sentimientos, anhelos, preocupaciones y como dice la autora Leanette Bastidas seguir apostando a la paz como un derecho humano "no queremos hacerlo solas, sino con los hombres y no como ausencia de guerras, sino como plenitud de humanidad".

*Licenciada en Relaciones Internacionales de la Universidad del Valle de México


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