Por: Manuela Mayo Gómez*
“Prohibido prohibir. La libertad comienza por una prohibición.”
Jim Morrison
Y no, no hablo de reglas de etiqueta y protocolo o de aquellos alimentos que deberíamos evitar porque no aportan a nuestra nutrición. Me refiero al dicho que en algún momento hemos escuchado a la hora de comer; prohibido hablar de política y de religión.
En la actualidad, la información está al alcance de todos a través de los nuevos avances tecnológicos, de allí se desprenden unos deberes importantes a la hora de difundir esta información pensando en el beneficio del receptor, o eso es lo que nos han hecho entender. Aún con la facilidad de obtención de diferentes datos, se siguen censurando temas que se cree que pueden traer conflictos por lo subjetivos que pueden llegar a ser.
Es así como toman protagonismo la política y la religión en esta columna de opinión. Es claro que sobre estos temas no habrá una verdad absoluta, ni un consenso. Lo cierto es que ambas son igual de poderosas si se usan como herramientas de persuasión. La prohibición de esto en un ámbito familiar o social no conlleva como resultado directo a una abstención, solo logra limitar la posibilidad de un intercambio de puntos de vista. Y personalmente entiendo el reto que conllevaría este intercambio de ideas en cualquier ámbito; somos pasionales y terminaríamos dirigiendo todo a un punto de no regreso.
Pero es importante que se discutan estas cosas toda vez que nos pueden ayudar a mejorar las realidades en las que vivimos y las decisiones que tomamos. Mi mayor preocupación con este tema son los políticos. Efectivamente ellos no sé abstraen de hablar sobre religión o política, al contrario, sin eso serían solo personas en un traje con sed de poder. La inquietud que me generan reposa en que la mayoría de los mandatarios a nivel mundial reciclan ideas y tratan de hacerlas nuevas e inspiradoras, lo que se traduce a una relación simbiótica entre discursos políticos y su respectiva validación por medio de la moralidad y la religión.
Sus discursos no varían mucho y tienen la peculiaridad de legitimar acciones políticas mencionando frases religiosas. Esto representa un gran declive para la comunidad que los escucha, es el talón de Aquiles para aquellas personas que creen que religión es igual a verdad, por lo cual, quien utilice esto a su favor da a entender que es una persona que cuenta con las mejores cualidades morales para desempeñar un rol importante. Es un criterio válido, y no tengo él propósito de educar o dar lineamientos para la elección de un mandatario, pero el problema radica en que es un criterio que puede estar manipulado.
Según Luis Bouza-Brey “El poder persuasivo consiste en la capacidad de obtener obediencia mediante la unificación de las preferencias y prioridades ajenas con las propias, convenciendo a los que tienen que obedecer de la bondad, justicia o corrección de los objetivos o el modelo de orden proyectado. La ideología es el instrumento de este tipo de poder”
Si en general consideramos que esta práctica de hablar de temas sensibles es peligrosa y prohibida, ¿por qué la hemos normalizado para otras personas en determinados roles? ¿Será que contaran con más información o educación que nosotros?
Pongamos ahora sobre la mesa lo que ocurre cuando no se entienden los alcances de esta persuasión. Para los regímenes teocráticos, la religión es la base de todos los aspectos de la vida, y así mismo, las autoridades que gobiernan son religiosas. Esta situación buena o mala, es clara para los ciudadanos. Comprenden que temas dominan en las circunstancias nacionales y así mismo sus comportamientos y pensamientos se adecuan a este status quo. En otros escenarios aparentemente democráticos, no hay claridad respecto a la línea divisoria entre política y religión, lo que constituye un riesgo a la libertad que tanto se promulga.
Deberíamos instruirnos mejor sobre los temas que tratan los políticos y sobre lo que sé nos prohíbe hablar, así en el momento en el que se presenten esas confusiones expuestas anteriormente, se tenga una concepción central sobre la validez de algunos discursos y su aplicación en la esfera pública .Es un trabajo en conjunto, pero que recae sobre todo en las nuevas generaciones; personas que reconocen la multiplicidad de visiones y creencias existentes en el mundo, y que cuentan con mayor acceso a la información. Entiendo lo cliché que debió sonar, y probablemente sea algo que se escuche en todas las situaciones, pero realmente no son palabras vacías.
Retomo entonces afirmando que la prohibición de hablar sobre algo en la actualidad es simplemente impensable, todos contamos con cierto tipo de herramientas para crear opiniones y poder establecer criterios personales, pienso que entre más nos abstengamos, más fácil va a ser para otras personas crear un concepto en nosotros aprovechándose de esa falta de información y opinión.
Por supuesto que poner en marcha lo anterior implicará encontrarnos con distintas posiciones y constantes replanteamientos de lo que hemos aprendido, nuestra verdad jamás será absoluta. Pero ya no seremos un jarrón vacío esperando a que alguien le coloque flores artificiales, seremos tierra fértil capaz de dar frutos.
*Estudiante de octavo semestre de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario. Encaminada en el área del derecho penal, investigación criminal y análisis judicial.
Bibliografía.
Bouza-Brey, L. (1991). Una teoría del poder y de los sistemas políticos . España: Revista de estudios políticos .
Argelaguet, J. (2014). Sistemas políticos comparados. Universitat Oberta de Catalunya. http://openaccess.uoc.edu/webapps/o2/bitstream/10609/78330/4/Teor%C3%ADas%20y%20sistemas%20pol%C3%ADticos_M%C3%B3dulo%203_Sistemas%20pol%C3%ADticos%20comparados.pdf
Muy cierto.